El último papamóvil de Francisco: un Mercedes eléctrico para un Papa que quiso cambiar el rumbo del Vaticano

El legado ecológico de un Pontífice que pensó en el mañana
En uno de los gestos más emblemáticos de su pontificado, el Papa Francisco decidió que su último papamóvil fuera completamente eléctrico. Y no cualquiera: un Mercedes-Benz EQG, esa reinterpretación moderna del clásico todoterreno, cargado de baterías en lugar de combustible. El movimiento, más allá de lo técnico, fue un cierre con broche verde a su incansable lucha por el planeta. Y ahora, tras su reciente fallecimiento, este papamóvil se convierte también en un símbolo de su legado.
El Papa, que en vida se ganó el respeto y cariño de muchos por su cercanía, su estilo sobrio y su fuerte compromiso con el medio ambiente, dejó claro que la sostenibilidad no era solo un discurso, sino una forma de vida. En sus últimos años, el Vaticano tomó medidas drásticas para reducir su huella de carbono, y el cambio del papamóvil fue uno de los pasos más visibles. Hoy, ese coche no solo representa la transición ecológica del Estado más pequeño del mundo, sino también una despedida silenciosa y coherente de un líder que vivió como predicó.
Un vehículo con cero emisiones y mil emociones
Este Mercedes-Benz EQG fue adaptado especialmente para el Papa Francisco, incorporando los elementos tradicionales del papamóvil: visibilidad desde todos los ángulos, altura suficiente para ser visto por la multitud, medidas de seguridad discretas pero efectivas, y por supuesto, el blanco característico de los vehículos papales. Pero lo que más llamaba la atención no era el diseño, sino lo que no se escuchaba: el silencio absoluto de su motor eléctrico.
Con cuatro motores, uno por cada rueda, el EQG se movía con una precisión milimétrica incluso en calles empedradas o rutas complicadas. No era un adorno de lujo, sino una herramienta de trabajo que reflejaba los ideales del Papa: tecnología al servicio del bien común.
Un adiós sobre ruedas eléctricas
El reciente fallecimiento de Francisco le da un peso especial a cada una de sus decisiones finales, y esta no es la excepción. Para muchos creyentes y seguidores, ver al Papa subirse a un vehículo eléctrico en sus últimos eventos públicos fue un mensaje poderoso. Fue como decir: “Mi camino puede estar por terminar, pero la dirección está clara: debemos cuidar este mundo que compartimos”.
Este coche no fue un capricho tecnológico, sino parte de una estrategia más amplia del Vaticano para convertirse en una ciudad-estado completamente sostenible. La instalación de paneles solares, el reciclaje intensivo y la reducción de vehículos contaminantes formaban parte de esa visión. Francisco no pretendía que la Iglesia fuera moderna por moda, sino porque el mundo lo necesitaba.
Más que un coche, una herencia espiritual
Cuando el Papa cambió el papamóvil, no estaba pensando en comodidad ni en imagen, sino en coherencia. Era una extensión de su mensaje ecológico, un acto que podía ser fotografiado, compartido y entendido por todos. Ahora que ha partido, ese coche se vuelve casi un ícono. Muchos creen que debería conservarse tal como está, como una pieza de museo con ruedas, cargada de historia y electricidad.
Durante su papado, Francisco fue un líder diferente. No usó joyas ostentosas, se negó a vivir en lujos, y eligió transportarse de la forma más simple posible. Incluso cuando aceptó este vehículo eléctrico, lo hizo bajo una sola condición: que sirviera para inspirar a otros a pensar en el futuro.
El Vaticano sigue su rumbo verde
A pesar de su partida, las medidas iniciadas por Francisco no se detienen. La flota eléctrica del Vaticano sigue creciendo, se han intensificado las inversiones en energías limpias, y se espera que la próxima administración papal continúe esa línea. El Mercedes EQG, entonces, no solo fue un transporte, sino el testigo de una era.
Este papamóvil silencioso pero elocuente acompañó al Papa en sus últimos trayectos públicos. Ahora queda como símbolo de una lucha que no terminó con él, sino que apenas comienza para muchos.